En las últimas 2 semanas, la argentina se enfrentó a un complicado debate sobre el acuerdo con el FMI. El debate es acalorado casi desde cualquier arista política que se lo observe. Desde el partido oficialista, el “ala blanda” argumenta la necesidad de un acuerdo con el FMI a toda costa. El “ala dura” afirma que no se debe llegar a un acuerdo y se tiene que desconocer la deuda, estipulando que la misma es ilegítima. Juntos por el cambio estaría apoyando el acuerdo con el FMI dependiendo de las cláusulas del mismo, y si son o no convenientes para un posible gobierno de la coalición opositora en 2023.
La realidad es que la Argentina es lo que algunos economistas han denominado un “defaulteador serial”, básicamente un país que no afronta sus compromisos de pago con los organismos financieros. En lo que va de la existencia de nuestro país, hemos entrado en default 8 veces, logrando un record histórico.
Con esto quiero decir que nuestra nación tiene la mala costumbre de no pagar ni en tiempo ni en forma y eso mismo nos termina excluyendo del sistema financiero mundial. A su vez esto dificulta extremadamente la realización de inversiones extranjeras en nuestro país, condenándonos a una realidad tercer mundista.
Cuando un país entra en default, no solo el gobierno no puede tomar deuda en el exterior, sino que complica la situación financiera y por ende funcionamiento de las empresas nacionales endeudadas en el exterior. Sin tener en cuenta, que además como ya paso en el 2010 con los hold outs (los mal llamados fondos buitres), podemos enfrentarnos con embargos declarados por la corte internacional. Es decir, un escenario no muy placentero.
Además, como ya ha pasado en el 2002, la situación de pánico generalizada en la población puede llevar a una corrida bancaria y el desplome de la economía.
En resumen, un default no es bajo ninguna circunstancia deseable ¿eso significa que hay que llegar a un acuerdo con el FMI? Bueno eso depende. Ya expliqué lo que no llegar a un acuerdo con el FMI puede causar, pero el acuerdo que el gobierno pretende generar con el FMI (digo pretende ya que a la fecha lo único que han presentado es una carta de intención) puede ser igual de nocivo que un default.
Todo parece indicar que el ajuste necesario para pagar las cuentas, se va a lograr aumentando la presión fiscal de la argentina. Como he nombrado en anteriores columnas nuestro país está en el top 1° de presión impositiva. Superando a todos los países nórdicos, europeos y norteamericanos. De hecho, la presión impositiva para los asalariados en blanco llega a ser del 70%, lo que implica que, de un año laboral, la gente trabaja de enero a septiembre para el estado y octubre, noviembre y diciembre para ellos.
Los invito a imaginarse un aumento de la presión fiscal en estas condiciones. Seriamos poco más que esclavos impositivos.
En conclusión, claramente hay que afrontar los compromisos contraídos por cualquier gobierno, ya que esas son las reglas de juego de una democracia, aunque no siempre nos agraden. No obstante, el acuerdo al que tenemos que llegar, no tiene que ser exclusivamente recargado sobre el sector privado. Está claro que en estas condiciones nadie disfrutara de un ajuste de las magnitudes que debemos hacer, pero es importante en mi opinión, una demostración de humanidad de la comunidad política, que recorte sus gastos, dietas, honorarios y demás partidas dirigidas hacia ellos y que acompañen a la población en un recorte de su estilo de vida.
Lautaro Clavero- estudiante de economía de la Universidad Nacional de Córdoba
