La sociedad de los niños eternos, Opinión por Lautaro Clavero.

“Las sociedades que esperan su felicidad de la mano de sus Gobiernos esperan una cosa que es contraria a la naturaleza”.

Juan Bautista Alberdi en “La omnipotencia del estado es la negación de la libertad individual (1880)”

Es casi imposible negar que hoy en día, se vive uno de los momentos de mayor fervor político de los últimos 30 años. Los conflictos internos y externos del país han derivado en sucesivos eventos políticos y sociales, que dividen las aguas en Argentina. No es de extrañar la aparición de nuevos actores en la vida política y el basto descontento social que existe con la clase dirigente. En 40 años de democracia, no hemos podido vencer la inercia que nos coloca como un país tercermundista y es eso mismo lo que inherentemente molesta a la sociedad.

Hay que recordar que, en 1983, luego de la crisis de “la tablita cambiaria” de Martínez de Hoz la pobreza se situaba en niveles del 34,3%, mientras que hoy en día, dependiendo con el estándar que se la mida, el numero puede variar entre un 40% y un 50%, tomando en cuenta distintos factores, como acceso al agua potable, una vivienda digna, acceso al sistema de cloaca, entre otros factores.

Hay que mencionar también, que la tasa de alfabetización de los jóvenes en 1980, rondaba el 96%. Cualquier persona que se disponga a buscar datos sobre este asunto, encontrara que la tasa actual de alfabetización ronda el 99% entre los jóvenes. Sin embargo, en 2018 se realizó un sondeo en la escuela n°5 de Berazategui, en la cual se descubrió que el 20% de los alumnos que ingresaban a 1° año no sabían ni leer ni escribir correctamente. En La provincia de Formosa, según un estudio realizado en 2017 por el observatorio argentino de educación, solamente 5 de cada 100 alumnos finaliza correctamente sus estudios secundarios. A priori, estos pueden parecer casos aislados, pero reflejan el retroceso argentino en el campo educativo.

En el paper “Tendencia temporal de la mortalidad por armas de fuego en Argentina, 1980-2012” se analiza como evoluciono la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes. En el mismo, se observa que en 1983 la tasa de asesinatos era de 4,9 personas por cada 100.000 habitantes, y en 2014 se llegó a un máximo de 7,6. Es decir, un incremento del 55% en la tasa de homicidios, por cada 100.000 habitantes, lo que demuestra un exorbitante aumento de la criminalidad.

Es decir, en casi 40 años de democracia, las estadísticas indican que el progreso argentino, fue nulo, por no decir negativo, en diversos campos. Por razones de brevedad no voy a analizar el crecimiento de la indigencia, o la ampliación de las “villas miseria”, pero el lector ya se puede hacer una idea de cómo han evolucionado estos campos.

Pero la estadística por si sola cuenta poco de la realidad. Sin una interpretación de la misma, uno solo puede saber cuánto ha empeorado o mejorado la situación, pero no es capaz de extraer los motivos por los cuales ocurrieron. En mi opinión, por razones políticas o ideológicas, existen una tendencia a sobre simplificar, cargando todos los males sobre un solo partido político, pero la realidad, es que, en sus diferentes versiones, tanto el peronismo como el radicalismo han ostentado el poder de alguna u otra forma, y no escapan al análisis de los males de la Argentina. Sin embargo, mi interés está en otra parte. Podría separar los distintos periodos políticos y hacer un análisis de cada uno de ellos, pero la realidad es que esto tampoco da una respuesta a la siguiente interrogante ¿Por qué empeoramos año a año?

No quiero pecar de arrogancia y por eso mismo no puedo dar una respuesta absoluta, pero en mi análisis la razón es social más que política o económica. Se trata de entender que la sociedad argentina está todavía en una etapa de niñez. Un niño recae constantemente en sus figuras paternas en busca de aval y apoyo, y es exactamente esa dependencia la que lo constituye como un niño. Si esquivamos definiciones biológicas, una persona entra en la etapa de adultez cuando goza de cierta autonomía, pero sobre todo cuando es capaz de afrontar las consecuencias de sus acciones. Esto último es particularmente importante. Se ve reflejado en el sistema legal, con la mayoría de edad, pero es una característica psicológica, la cual no todos poseen.         Tener consecuencias a tus acciones, complica en demasía la toma de decisiones. Saber que una mala elección, por más frívola que parezca puede arruinar tu vida, obliga a las personas a ser especialmente cautelosas.

Como argentinos hemos reemplazado las figuras paternas, con la del gobierno. Es impresionante observar lo arraigada que esta la idea de un estado-paternal en nuestro subconsciente. La imperiosa necesidad de que todo este regulado y controlado por el estado, es semejante al cuidado que un padre ejerce sobre un niño. Demuestra una clara incapacidad de toma de decisiones, subestimando a la población en sus capacidades. Pero me remito al comienzo, cuando afirme que este asunto no es particular de un solo partido político, el sesgo de la sociedad ha pedido en el último siglo por la presencia del estado, en cada ámbito que se considera que los particulares no pueden resolver.

Al recaer en la dependencia estatal, no hay verdaderas consecuencias a las acciones de un individuo. Desde empresas que no se esfuerzan en competir, ya que siempre pueden pedir su debido rescate económico al estado, hasta personas que no se ven forzadas a trabajar dado la cantidad de subvenciones que pueden recibir. Por supuesto no atribuyo mala fe a quienes utilicen estos mecanismos (tampoco serán ángeles precisamente), es simplemente la forma en la que está estructurado el sistema. Pero esos salvatajes gubernamentales, que pueden verse benevolentes, en el largo plazo generan un techo de cristal que suprime el crecimiento individual y empresarial.,

Con esta lógica argumento, que la actual situación económica y social del país, no es únicamente culpa del gobierno de turno (el cual tampoco se esfuerza por calmar las aguas), sino que es nuestra, como población, al no identificar que en muchas ocasiones somos nosotros mismos los que pedimos por este sistema y hacemos provecho de los defectos del mismo.

No obstante, si cualquiera presta atención a los medios de comunicación, se dará cuenta de que existen diversos pensadores que tratan esta problemática, pero considero yo, que no es suficiente, para un cambio sustancial de nuestro país. La sociedad rememora a los hombres excepcionales, pero es construida por los hombres normales, y por eso mismo cualquier cambio que pretenda solamente existir en los círculos académicos, será un fracaso.

Si como población no internalizamos que hemos fallado, por ser esencialmente dependientes de un mesías de turno que nos salve, que pueda monopolizar el poder estatal y modificar la economía a su gusto sin ninguna restricción, estaremos entonces condenados a repetir el fracaso ad aeternum. No nos hace falta un guía espiritual para controlarnos, nadie mejor que uno mismo para tomar las decisiones sobre su propia vida.

Lautaro Clavero- estudiante de economía de la Universidad Nacional de Cordoba