RENACER DE LA ESPERANZA En columnas anteriores nos hemos referido a la resiliencia del «ser argentino «. Podríamos retomar aquel rumbo a fin de problematizar, o sea, encontrar incógnitas y reflexiones que estén alimentados por preguntas, con el fin de acercarnos a respuestas posibles.

La vida misma nos enseña que el cambio constante es su naturaleza, precisamente, el mundo animal, vegetal y hasta el propio ser humano, transcurren su existencia en permanente adaptación a las amenazas, desafíos e incertidumbres que se presentan.

Un bosque incendiado, por ejemplo, tras la destrucción inicial empieza a dar lugar a la aparición de «nueva vida», el sotobosque primero, los renovales después y surge el renacimiento. Este fenómeno no se podría producir sin el aporte de otros eventos, lluvia, sol, pájaros que transporten semillas y demás.

De la misma manera se produce el renacimiento de las sociedades que han sufrido eventos no deseados. El principal aporte a las sociedades golpeadas es la esperanza. Pero no es lo único que puede aportar al incentivo para la recuperación de su autoestima, se necesita también la apelación a su historia de caídas y ascensos.

A ello debemos sumar la reconstrucción en comunidad, cada uno necesita del otro para vivir, somos seres gregarios, el individualismo exacerbado no es el camino, por el contrario, nos convierte en seres autoexcluidos, que pierden el aporte de vivencias que ofrece quien está enfrente. La riqueza humana que nos ofrece la convivencia con otro semejante, es el aporte necesario para recuperar la esperanza.

Recientemente hemos perdido en esta vida, la presencia de un argentino que tuvo la misión de conducir, con enseñanzas cristianas, a quienes compartiendo o no su credo, fuimos invitados a sentir y vivir el padecimiento del semejante. El renacer de la esperanza surge con el reconocimiento de su mensaje.

Hipatia VLA